miércoles, 9 de mayo de 2012

La figura del filósofo campomontieleño Antonio Rodríguez Huéscar, discípulo de Ortega en el centenario de su nacimiento (1912-2012)




Versa la tesis doctoral del profesor investigador de la Fundación Ortega y Gasset Juan Padilla Moreno sobre Antonio Rodríguez Huéscar. Este investigador en el 2004 publicó  el libro Antonio Rodríguez Huéscar o la apropiación de una filosofía. En su tesis afirma que si existe una Escuela Orteguiana, Antonio Rodríguez Huéscar pertenece a ella. Aunque su obra no es muy amplia –consiste sustancialmente en seis o siete  libros-, pero tiene, dentro de dicha escuela, y por si misma, una importancia muy superior al conocimiento que de ella se tiene. Dedicó toda su vida al estudio de la obra de Ortega.

Antonio Rodríguez Huéscar

Iglesia-Castillo de Santa Catalina en Fuenllana
Nacido en Fuenllana el 13 de abril de 1912, realizó sus estudios de enseñanza media (bachillerato) interno en Villanueva de los Infantes entre 1921 y 1929. Posteriormente estudio en la facultad de Filosofía y Letras de Madrid, en su etapa de mayor esplendor y madurez, durante los años de la Segunda República, bajo la orientación y autoridad intelectual de Ortega. Tuvo por compañero a Julián Marías, ambos discípulos filósofos de Gasset, que de no haber sido por el estallido de la guerra y su desenlace, hubieran desempeñado puestos de relevancia en la Universidad española. En julio del 36 Rodríguez Huéscar aprobó con el primer puesto el “cursillo-oposición” para el cuerpo de catedráticos de enseñanza media. Este resultado de oposiciones que tan brillantemente había ganado en vísperas de la guerra no le fue reconocido. Herido de una pierna en 1937 en Belchite,- dejándole secuelas para toda la vida- nunca recuperó el tono vital de sus ilusionados años universitarios y se recluyó en Torre de Juan Abad donde aguardó como maestro, el final de la contienda. Julián Marías en su introducción a La innovación metafísica de Ortega dice que “desde entonces Rodríguez Huéscar fue un poco menos alegre, y cada vez menos ambicioso”. Obstruidos los caminos académicos ordinarios, ambos se dedicaron a labores como la enseñanza privada o las traducciones.

Fundó en Tomelloso, junto con un compañero el colegio de enseñanza media “Santo Tomás de Aquino”, donde enseñó filosofía, latín y francés, hasta 1945 que le fue expropiado. Ese mismo año acudiendo al encuentro con Ortega, se instala en Madrid para dar clases en el prestigioso colegio “Estudio”, regentado por Jimena Menéndez Pidal, colegio donde se practicaba la educación mixta, la elección de la enseñanza religiosa cuando los padres así lo solicitaban, se compensaba los libros de texto con amplias lecturas y participación de los alumnos. Aunque era un profesor sobrio, con conciencia del absurdo de “enseñar filosofía” y escéptico acerca de la disposición del alumnado “para aprender filosofía”, dejaba absoluta libertad de reflexión a sus pupilos.

Sus libros y artículos son irregulares cronológicamente, a menudo pasan muchos años desde que los tiene redactados hasta que los publica. Recluido en su exilio interior, en 1948   tiene escrita la novela titulada Vida con una diosa quedando finalista del reciente creado premio Nadal, publicada en 1955 por una pequeña editorial. Su primer ensayo filosófico sobre el origen de la actitud teorética, escrito en 1939 y publicado en 1952. Poco a poco va saliendo de su retracción y escribe una colección de introducciones a obras clásicas de filosofía titulada Del amor platónico a la libertad (1957), pero no fue distribuido por lo que quedó inédito.
En 1955, tras la muerte de Ortega y Gasset, se decidió a aceptar la oferta de la Universidad de Puerto Rico por ser centro cultural  de inspiración orteguiana, para enseñar filosofía. Ya antes había recibida otras ofertas de universidades de Hispanoamérica y Alemania. En las aulas de la universidad pudo finalmente Rodríguez Huéscar dedicarse intelectualmente a la indagación, desarrollo y sistematización de las ideas cardinales de la filosofía de Ortega: la idea de la verdad. Durante años se dedicó a elaborar y exponer los estudios que habrían de constituir la base de su tesis doctoral Perspectiva y verdad (1964), defendida en la Universidad de Madrid en 1961, en torno al problema de la verdad en Ortega. Para Huéscar el tema de la verdad en Ortega tiene dos vertientes: una circunstancial o perspectivista y otra ética.
Casi a su llegada a Puerto Rico, se hace cargo de la publicación de un número monográfico de la revista “la Torre” dedicado a Ortega. En 1958 fue nombrado jefe de redacción de la Editorial Universitaria, en el número 22 publica el ensayo “El homo montielensis: La rebelión contra el tiempo”. Acuciado escribió este ensayo sobre el hombre de Montiel, vagando por este dramático paisaje manchego que tan profundamente amó –por ser su tierra- y desde ella desentrañar  su propia sensación de lo que es España, escrito en la soledad nocturna en pleno Campo de Montiel. En este ensayo reflexiona  sobre la actitud del hombre ibérico frente al tiempo, esta generalidad le lleva al particular modo de vivir el tiempo al hombre de esta comarca, donde sigue errante la sombra de don Quijote. La meditación sobre la detención del tiempo, en un espacio arcaico y desértico. Si el tiempo es un movimiento que consiste en venir del pasado y dirigirse a proyectarse hacia el futuro, el homo monteliensis intenta sustituir esta proyección  del futuro por una reproyección hacia el pretérito. Este penetrante análisis asombró al hispanista francés Dominique Quentín-Mauroy, el cual publicó un estudio titulado Structures et valeurs chez un disciple d´Ortega y Gasset: Antonio Rodríguez Huéscar. Al final del volumen tradujo este ensayo del pensador manchego La rebelión contra el tiempo: Homo Montielensis.
No deja de estudiar y repensar la obra de Ortega, iniciando una labor de sistematización conceptual, dedicándose  a la asimilación de de la filosofía de su maestro, publica una recopilación de ensayos que lleva por título Con Ortega y otros escritos (1964). Prepara su vuelta a España –en 1953 se había firmado un decreto por el que los cursillistas del 36 podían ser nombrados profesores adjuntos permanentes de institutos nacionales, siempre que no hubiera prestado servicio en ningún centro oficial de la República, que era su caso, sin embargo tuvo que superar nuevas pruebas selectivas para acogerse a él-, en 1971 solicitó la reincorporación a la docencia activa y fue profesor de filosofía en diversos institutos hasta su jubilación en 1982. Este mismo año publica La innovación metafísica de Ortega. Crítica y superación del idealismo. La evocación de la figura humana, histórica y filosofía de Ortega sobre la base de muchos e intensos recuerdos personales lo deja escrito en el libro póstumo Semblanza de Ortega (1994), editado en la Biblioteca de Autores y Temas Manchegos (BAM) de la Diputación de Ciudad Real.
En la holgura de la jubilación se dedica a escribir y aparece también póstumo, después de su muerte el libro Ethos y lógos (1996). En 1988 ingresó en el Instituto de Estudios manchegos con el discurso Antonio López Torres. Su lugar en el arte del siglo XX, su vocación por la pintura le lleva a disertar sobre el arte de la pintura y de la estética en general. Su discurso fue contestado por don Manuel López-Villaseñor, pintor manchego y académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
En el 2008 la Fundación Ortega y Gasset, editó en un solo volumen la colección de ensayos de Rodríguez Huéscar Del amor platónico a la libertad, su primer libro que no fue distribuido. El cual entronca con su faceta de profesor, ilustra una parte muy representativa de la historia de la filosofía a través de sus textos y puede servir para la reivindicación de la vuelta a la lectura de los clásicos en los colegios e institutos.
A los 100 años de su nacimiento,merece la pena no olvidar los manchegos en general y los campomontileños en particular a este filósofo de Fuenllana, porque existen muchas maneras de enseñar y Rodríguez Huéscar ha trasmitido como discípulo de Ortega el pensamiento actualizado y renovado de su maestro, además de la filosofía y el pensamiento español a través de sus textos.
 Fuenllana. Pila donde recibió las aguas bautismales Santo Tomás de Villanueva y Antonio Rodríguez Huéscar
Sus discípulos le recuerdan en lo personal como un hombre educado, generoso y humilde. En el Campo de Montiel además lo recordaremos por su ensayo “El hombre de Montiel: la rebelión contra el tiempo”, en él dejó manifestado ser el alma de la quientaesencia del Quijote.


* Publicado en Canfali 4 de abril, Lanza 27 de marzo, Balcón de Infantes (abril 2012). En este blog se incluye algunos datos más proporcionados por su hija Elena.
             
                                                                            Mª Angeles Jiménez García







1 comentario:

  1. La novela "Vida de una diosa", forma parte del fondo bibliográfico de la Biblioteca Municipal "Quevedo" de Villanueva de los Infantes,por donación de su hija Elena.

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