domingo, 21 de septiembre de 2014

ENSALADA Y MATRACA DE DON FRANCISCO DE QUEVEDO Y GIUSEPPE ARCIMBOLDO





La representación de la comida/bebida siempre ha estado presente en la literatura.  Muchos cocineros rinden homenajes a autores creando platos basados en la gastronomía medieval, renacentista o del siglo del Oro. Entienden que el éxito de la vanguardia culinaria está en cómo se interpretan las tradiciones y productos locales. En la elaboración de la receta desarrollan los productos autóctonos con nuevas interpretaciones y variedades. En este recopilatorio de poemas conoceremos el ingenio y la agudeza con el que se divierte Quevedo en el espacio literario usando numerosos vocablos gastronómicos. 


En el romance de Boda y acompañamiento del campo trata del matrimonio entre don Repollo y doña Berza. En él se encuentran conceptos jocosos para describir a los invitados, a través de las hortalizas y frutas, Quevedo describe toda una gama humana.

Las cuatro estaciones del año. Giuseppe Arcimboldo. Museo Louvre. París
Don repollo y doña Berza,
de una sangre y de una casta
si no caballeros pardos,
verdes fidalgos de España,


casáronse, y a la boda
de personas tan honradas,
que sustentan ellos solos
a lo mejor de Vizcaya,
de los solares del campo
vino la nobleza y gala,
que no todos los solares
han de ser de la montaña.


Vana, y hermosa, a la fiesta
vino doña Calabaza;
que su merced no pudiera
ser hermosa sin ser vana.


La Lechuga, que se viste
sin aseo y con fanfarria,
presumida, sin ser fea,
de frescona y de bizarra.

La Cebolla, a lo viudo,
vino con sus tocas blancas,
y sus entresuelos verdes,
que sin verdura no hay canas.


Para ser dama muy dulce
vino la Lima gallarda,
al principio, que no es bueno
ningún postre de las damas.


La Naranja, a lo ministro,
llegó muy tiesa y cerrada,
con su apariencia muy lisa,
y su condición muy agria.


A lo rico y lo tramposo
en su erizo la Castaña,
que la han de sacar la hacienda
todos por punta de lanza.


La Granada deshonesta
a lo moza cortesana,
desembozo en la hermosura,
descaramiento en la gracia.


Doña Mostaza menuda,
muy briosa y atusada,
que toda chica persona
es gente de gran mostaza.


A lo alindado la Guinda,
muy agria cuando muchacha,
pero ya entrada en edad,
más tratable, dulce y blanda.



La Cereza, a la hermosura
recién venida, muy cara,
pero con el tiempo todos
se le atreven por barata.


Doña Alcachofa, compuesta
a imitación de las flacas,
basquiñas y más basquiñas,
carne poca y muchas faldas.


Melón, que es el retrato
de todos los que se casan:
Dios te la depare buena,
que la vista al gusto engaña.



La Berenjena, mostrando
su calavera morada,
porque no regó en el tiempo
del socorro de las calvas.


Don Cohombro desvaído,
largo de verde esperanza,
muy puesto en ser gentil hombre,
siendo cargado de espaldas.



Don Pepino, muy picado
de amor de doña Ensalada,
gran compadre de doctores,
pensando en unas tercianas.



Don Durazno, a lo invidioso,
mostrando agradable cara,
descubriendo con el trato
malas y duras entrañas.


Persona de muy buen gusto,
don Limón, de quien espanta
lo sazonado y panzudo,
que no hay discreto con panza.


De blanco, morado y verde,
corta crin y cola larga,
don Rábano, pareciendo
moro de juego de cañas.


Todo fanfarrones bríos,
todo picantes bravatas,
llegó el señor don Pimiento,
vestidito de botarga.


Don Nabo, que viento en popa
navega con tal bonanza
que viene a mandar el mundo
de gorrón de Salamanca.


Mas baste, por si el lector
objeciones desenvaina,
que no hay boda sin malicias,
ni desposados sin tachas.


Flores y hortalizas toman voz convirtiéndose en sujetos vivos, tras una hiperbólica comicidad anunciada, se inicia la dramatización de la escena en el romance Matraca de las flores y la hortaliza:
Antiyer se dieron vaya
las flores y las legumbres,
sobre: «Váyanse a las ollas»,
……………..
La Berenjena, que es sana
cuando las corozas tunde
y en granizo de hechiceras
los pícaros la introducen,
dijo: «Canalla olorosa
y verduleros perfumes,
embusteros de narices,
gente al estómago inútil:
un jigote de claveles
¿qué cristiano se le engulle?
Pues mil jazmines guisados
¿qué caldo harán en el buche?
Un ramillete de Nabos
no hay flor de que no se burle,
si le acompañan con hojas
de los sándalos de Rute.
Giuseppe Arcimboldo es un pintor italiano, conocido sobre todo por sus representaciones manieristas del rostro humano a partir de flores, frutas, plantas. Con intención simplemente alegórica personificó Las estaciones del año.

Enormes nabos y pepinos forman las narices de estos increíbles personajes coronados de flores y frutos, pámpanas y sarmientos en una alegoría a la mente humana.

La comparación entre la poesía de Quevedo y la composición del pintor Arcimboldo es más que evidente. El satírico debió de conocer a este pintor de la corte imperial del caprichoso Rodolfo II de Habsburgo, mecenas de las artes y de la ciencia.

Francisco de Quevedo pasaba largas temporadas en su “lugar” del Campo de Montiel donde cada vez se encontraba más a gusto. Su afición por la caza se complementa con su afición gastronómica. El poeta se jactaba de haber “inventado” el plato de liebre en cecina. El insigne escritor y poeta frecuentó por varias razones  Villanueva de los Infantes y platicaba con el círculo intelectual de humanistas de la ciudad, capital de Gobernación del Campo de Montiel. Fallece en en esta ciudad en el convento de los dominicos el 8 de septiembre de 1645.

Las cuatro estaciones del año. Museo de Louvre. París (2014)
Encontrarse con los cuadros de Arcimboldo en una de las salas del Museo del Louvre, es un auténtico descubrimiento para comprender visualmente El romance de Boda y acompañamiento  del  campo y Matraca de las flores y la hortaliza  escritos por  don Francisco de Quevedo.